Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Además, María le comunicó lo siguiente:
-La señora Musgrove cree que sus criadas son tan formales que sería un crimen abrirle los ojos; pero estoy segura, sin exageración, de que tanto su primera doncella como su lavandera, en vez de dedicarse a sus tareas, se pasan todo el santo día correteando por el pueblo. Me las encuentro adondequiera que voy, y puedo decir que nunca entro dos veces en el cuarto de mis chicos sin ver allí a una o a la otra. Si Jemima no fuese la persona más segura y más seria del mundo, eso sería suficiente para echarla a perder, pues me ha dicho que las otras la están siempre incitando a que se vaya de paseo con ellas.
Por su parte, la señora Musgrove decía:
-Me he prometido no meterme nunca en los asuntos de mi nuera, porque ya sé que no serviría de nada; pero debo decirle, señorita Ana, ya que usted puede poner las cosas en su lugar, que no tengo en buen concepto al ama de María. He oído contar de ella unas historias muy extrañas y decir que es una trotacalles. Por lo que sé yo misma puedo decir que es una pícara de tomo y lomo capaz de estropear a cualquier sirvienta que se le acerque. Ya sé que la mujer de Carlos responde enteramente de ella, pero yo me limito a avisarle para que pueda vigilarla y para que si ve usted algo que le llame la atención no tenga reparo en explicar lo que sucede.