Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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Ambas familias habían guardado siempre las mejores relaciones; sin orgullo de una parte y sin envidia de la otra. Cierto sentimiento de superioridad de parte de las señoritas Musgrove se traducía en el placer de educar a sus primos. Las atenciones de Carlos a Enriqueta habían sido observadas por el padre y la madre de ésta sin ninguna desaprobación. “No será un gran matrimonio para ella, pero si le agrada... y parece agradarle...”
Enriqueta también compartía esta opinión antes de la llegada del capitán Wentworth. A partir de entonces, el primo Carlos fue relegado al olvido.
Cuál de las dos hermanas era la preferida del capitán Wentworth, era difícil de establecer, en lo que Ana podía ver al respecto. Enriqueta era quizá más bella, pero Luisa parecía más inteligente y atractiva. Por otra parte, ella no podía decir a la sazón si él se sentiría atraído por la belleza o por el carácter.
Mr. y Mrs. Musgrove, bien fuera por darse poca cuenta de las cosas, bien por entera confianza en el buen criterio de sus hijas o de los jóvenes que las rodeaban, parecían dejar todo en manos del azar. En la Casa Grande no había la más leve muestra de que alguien se ocupase de estas cosas; en la quinta era diferente: los jóvenes estaban más dispuestos a comentar y averiguar. Debido a esto, apenas había el capitán Wentworth concurrido tres o cuatro veces, y Carlos Hayter había reaparecido, Ana tuvo que escuchar la opinión de sus hermanos acerca de cuál sería el preferido. Carlos decía que el capitán Wentworth sería para Luisa; María, que para Enriqueta, pero convenían que a cualquiera de las dos que se dirigiese Wentworth, les sería grato.