Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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-¡Ah, por supuesto! Estoy de acuerdo con usted, Mrs. Croft -fue la cálida respuesta de Mrs. Musgrove-. Nada hay tan malo como la separación. Mister Musgrove asiste siempre a las sesiones, y puedo asegurarle que soy muy feliz cuando éstas terminan y él regresa a mi lado.
La tarde terminó con un baile. Al pedirse música, Ana ofreció sus servicios como de costumbre, y a pesar de que sus ojos estaban en algunos momentos llenos de lágrimas mientras tocaba el instrumento, se alegraba mucho de tener algo que hacer, pidiendo como sola recompensa no ser observada.
Era una reunión alegre, agradable, y ninguno parecía de mejor ánimo que el capitán Wentworth. Ana sentía que tenía condiciones que lo elevaban sobre el resto, y que atraían consideración y atención; especialmente la atención de las jóvenes. Las señoritas Hayter, de la familia de primos ya mencionada, al parecer aceptaban como un honor el aparecer enamoradas de él; en cuanto a Enriqueta y Luisa, parecían no tener ojos más que para él, y sólo la continua fluencia de atenciones entre ambas permitía creer que no se consideraban rivales. ¿Se ufanaba él de la admiración general que despertaba? ¿Quién podría decirlo?