Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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-Eso no significa nada -replicó su hermano-; tú eras la única mujer a bordo y viajabas con tu marido.

-Pero tú mismo has llevado a Mrs. Harville, su hermana, su prima y sus tres niños desde Portmouth a Plymouth. ¿Dónde dejaste esa extraordinaria galantería tuya?

-Abusaron de mi amistad, Sofía. Ayudaré siempre a la esposa de cualquier oficial compañero mientras pueda hacerlo, y hubiera llevado cualquier cosa de Harville hasta el fin del mundo, si me la hubiesen pedido. Pero esto no quiere decir que lo encuentre bien.

-Razón por la cual ellas estuvieron muy cómodas.

-Quizá sea por lo que no me gusta. ¡Las mujeres y los niños no tienen derecho a estar cómodos a bordo!

-Hablas tonterías, mi querido Federico. Di, ¿qué sería de nosotras, pobres esposas de marinos, que a menudo debemos ir de un puerto a otro en busca de nuestros maridos, si todos sintieran como tú?

-Mis sentimientos, tú lo sabes, no me impidieron llevar a Mrs. Harville y toda su familia a Plymouth.

-Pero detesto oírte hablar tan caballerosamente, y como si las mujeres fueran todas damas refinadas, en lugar de seres normales. Ninguna de nosotras espera siempre buen tiempo al viajar.

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