Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Carlos, importándole más el asunto que a su madre, asintió con la cabeza y se fue.

Las muchachas se habían puesto a buscar al Laconia y el capitán Wentworth no pudo evitar tomar el precioso volumen en sus manos para evitarles molestias, y una vez más leyó en voz alta su nombre y los demás pormenores, comprobando que también el Laconia había sido un buen amigo, uno de los mejores.

-¡Ah, eran días muy gratos aquellos en que comandaba el Laconia! ¡Cuán rápidamente hice dinero en él! ¡Un amigo mío y yo tuvimos tan agradable travesía desde las islas occidentales! ¡Pobre Harville! Ustedes saben cómo necesitaba dinero, aun más que yo. Tenía mujer. Era un muchacho excelente. Jamás olvidaré su felicidad. Sufría todo por amor a ella. Deseé encontrarlo nuevamente en el verano siguiente, cuando yo tenía todavía la misma suerte en el Mediterráneo.

-Ciertamente, señor -dijo Mrs. Musgrove-, fue un día feliz para nosotros cuando lo hicieron a usted capitán de aquel barco. Nunca olvidaremos lo que usted hizo.

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