Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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-Y por cierto lo hizo. ¿Para qué habría de permanecer en tierra seis meses un hombre joven como usted? Si un hombre no tiene esposa, pronto desea volver a bordo.

-Pero, capitán Wentworth -exclamó Luisa-. ¡Cuán humillado debe haberse sentido usted cuando, llegando a bordo del Asp, vio el viejo barco que se le destinaba!

-Ya conocía el barco de antes -respondió él sonriendo-. No tenía más descubrimientos que hacer en él que los que tendría usted en una vieja pelliza, prestada entre casi todas sus amistades, y que un buen día se la prestaran a usted también. ¡Ah! ¡Era muy querido el viejo Asp para mí! Hacía cuanto yo deseaba. Tuve siempre esa seguridad. Sabía que habíamos de irnos al fondo juntos o salir de él siendo algo; nunca tuve un día de mal tiempo mientras lo comandé; después de haber tomado suficientes corsarios como para pasarlo bien, tuve la buena suerte, a mi regreso el otoño siguiente, de toparme con la fragata francesa que deseaba. La traje a Plymouth, y esto también fue obra de la buena fortuna. Estuvimos sondeando seis horas cuando súbitamente se levantó un vendaval que duró cuatro días y que hubiera terminado con el viejo Asp en menos de lo que tardo en decirlo.

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