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Carlos jamás había visto un hombre más agradable en su vida. Por otra parte, de acuerdo con lo que había oído decir al mismo capitán Wentworth, podía afirmar que a lo menos había hecho en la guerra alrededor de veinte mil libras. Esto ya ponía una fortuna de por medio, además de las perspectivas de hacer otra en una siguiente guerra. Por otra parte, tenía la certeza de que el capitán Wentworth era muy capaz de distinguirse como cualquier oficial de la Armada. ¡Oh, por cierto sería un matrimonio muy ventajoso para cualquiera de sus hermanas!

-En verdad que lo sería -replicaba María-. ¡Dios mío, si llegara a alcanzar grandes honores! ¡Si llegara a tener algún título! “Lady Wentworth” suena grandioso. ¡Sería una gran cosa para Enriqueta! ¡Ocuparía mi puesto entonces y Enriqueta estaría encantada! Sir Federico y Lady Wentworth suena encantador; aunque es verdad que no me agrada la nobleza de nuevo cuño; jamás he considerado en mucho a nuestra nueva aristocracia.

María prefería casar a Enriqueta con el fin de desbaratar las pretensiones de Carlos Hayter, que jamás había sido de su agrado. Sentía que los Hayter eran gente decididamente inferior, y consideraba una verdadera desgracia que pudiera renovarse el parentesco entre ambas familias... en especial para ella y sus hijos.

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