Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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El continuó en la ventana, y después de decir cortésmente: “Espero que el niño esté mejor”, guardó silencio.
Ella se vio obligada a arrodillarse al lado del sofá y permanecer allí para dar gusto al pequeño paciente. Esto se prolongó algunos minutos hasta que, con gran satisfacción, oyó los pasos de alguien cruzando el vestíbulo. Esperó ver entrar al dueño de la casa, pero se trataba de una persona que no habría de facilitar las cosas: Carlos Hayter, quien no pareció alegrarse más de ver al capitán Wentworth que éste de ver a Ana.
Ana atinó a decir:
-¿Cómo está usted? ¿Desea sentarse? Los demás vendrán en seguida.
El capitán Wentworth dejó la ventana y se aproximó, con aparentes deseos de entablar conversación. Pero Carlos Hayter se encaminó a la mesa y se sumió en la lectura de un periódico. El capitán Wentworth retornó a la ventana.
Al minuto siguiente, un nuevo personaje entró en acción. El niño más pequeño, una fuerte y desarrollada criatura de dos años, de seguro introducido por alguien que desde afuera le abrió la puerta, apareció entre ellos y se dirigió directamente al sofá para enterarse de lo que pasaba e iniciar cualquier travesura.