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CAPITULO X
Ocasiones no faltaron para que Ana pudiera observar. Llegó un momento en que estando en compañía de los cuatro, pudo formar su propia opinión sobre aquel estado de cosas; pero era demasiado lista para darla a conocer al resto, sabiendo que no agradaría ni a la esposa ni al marido. A pesar de creer que Luisa era la preferida, no lograba imaginar (por lo que recordaba del carácter del capitán Wentworth) que pudiera estar enamorado de ninguna de las dos. Ellas parecían estarlo de él; pero, a decir verdad, no era el caso hablar de amor. Se trataba más bien de una apasionada admiración, que sin duda terminaría en enamoramiento. Carlos Hayter comprendía que casi no contaba, no obstante Enriqueta por momentos parecía dividir sus atenciones entre ambos. Ana hubiera deseado hacerles ver la verdad y prevenir a todos en contra de los males a los que se exponían, sin embargo no atribuía malas intenciones a ninguno. Y se sintió satisfecha al descubrir que el capitán Wentworth no parecía consciente del daño que ocasionaba. No había engreimiento ni compasión en sus modales. Es posible que nunca hubiera oído hablar o hubiera pensado en Carlos Hayter. Su único error consistía en aceptar (que no es otra la expresión que puede emplearse) las atenciones de las dos muchachas.