Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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-¡Qué tiempo admirable para el almirante y mi hermana! Tenían la intención de ir lejos en el coche esta mañana; quizá los veamos aparecer detrás de una de estas colinas. Algo dijeron de venir por este lado. Me pregunto por dónde andarán arruinando su día. Me refiero, claro está, al trajín del coche. Esto ocurre con mucha frecuencia y a mi hermana parece no importarle para nada el traqueteo.
-¡Oh! Ya sé que a ustedes les gusta correr -exclamó Luisa-, pero en el lugar de su hermana, haría absolutamente lo mismo. Si amara a un hombre de la misma manera que ella ama al almirante, estaría siempre con él; nada podría separarnos, y preferiría volcar con él en un coche que viajar sin peligro dirigida por otro.
Había hablado con entusiasmo.
-¿Es verdad eso? -repuso él, adoptando el mismo tono-. ¡Es usted admirable!
Después guardaron silencio por un rato.
Ana no pudo volver a refugiarse en la evocación de algún verso. Las dulces escenas de otoño se alejaron, con excepción de algún suave soneto en el que se hacía referencia al año que termina, las imágenes de la juventud, de la esperanza y de la primavera declinantes, el que ocupó su memoria vagamente. Se apresuró a decir mientras marchaban por otro sendero: