Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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-No es muy grato tener tal parentela. Pero le aseguro a usted que no he estado en esa casa más de dos veces en mi vida.
No recibió más respuesta que una artificial sonrisa de asentimiento, seguida de una desabrida mirada, al tiempo que le volvía la espalda; y Ana conocía demasiado bien el significado de esos gestos. El borde de la colina donde permanecieron era un alegre rincón; Luisa volvió, y María, habiendo encontrado un lugar confortable para sentarse, en los umbrales de un pórtico, se sentía por demás satisfecha de verse rodeada de los demás. Pero Luisa llevó consigo al capitán Wentworth con el objeto de buscar unas nueces que crecían junto a un cerco, y cuando desaparecieron de su vista, María dejó de ser dichosa. Comenzó a enfadarse hasta con el asiento que ocupaba...; seguramente Luisa había encontrado uno mejor en alguna otra parte. Se aproximó hasta la misma entrada del sendero, pero no logró verlos por ninguna parte. Ana había encontrado un buen asiento para ella, en un banco soleado, detrás de la cerca en donde estaba segura se encontraban los otros dos. María volvió a sentarse, pero su tranquilidad fue breve; tenía la certeza de que Luisa había encontrado un buen asiento en alguna otra parte, y ella debía compartirlo.