Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—Vamos, Daisy —dijo Tom, empujándola hacia el coche de Gatsby—. Te llevaré en este carromato de circo.

Abrió la puerta, pero Daisy eludió el círculo de su brazo.

—Lleva a Nick y Jordan. Nosotros te seguiremos en el cupé.

Se acercó a Gatsby y le tocó la chaqueta. Jordan, Tom y yo nos sentamos en el coche de Gatsby, los tres delante. Tom tanteó el embrague y la palanca de cambios que no conocía y salimos disparados hacia el calor oprimente, perdiendo de vista a los que quedaban atrás.

—¿Os habéis fijado? —preguntó Tom.

—¿En qué?

Me miró con intensidad, dándose cuenta de que Jordan y yo lo sabíamos todo.

—Creéis que soy imbécil, ¿no? —sugirió—. A lo mejor lo soy, pero tengo… A veces tengo un instinto especial que me dice lo que debo hacer. Puede que no lo creáis, pero la ciencia…

Calló. La situación de emergencia inmediata se le impuso, apartándolo del borde del abismo teórico.

—He hecho una pequeña investigación sobre el tipo ese —continuó—. Y, si hubiera sabido, habría profundizado más.

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