Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
526 страница из 1361
Cuando ella se cansó de observar a los bailarines, Boq la condujo a la casa, donde le destinó un bonito cuarto con una cama. Las sábanas eran de tela celeste, y Dorothy durmió entre ellas hasta la mañana, con Toto acurrucado a sus pies.
Comió entonces un abundante desayuno y se entretuvo observando a un diminuto niñito Munchkins que jugaba con Toto, le tiraba de la cola y reía a más y mejor. Toto era algo muy curioso para toda aquella gente, que jamás habían visto un perro hasta entonces.
—¿Queda muy lejos la Ciudad Esmeralda? —preguntó la niña.
—No lo sé; nunca he estado allá —repuso Boq con gravedad—. No conviene que la gente se acerque a Oz, a menos que tenga algún asunto serio que tratar con él. Pero la Ciudad Esmeralda está muy lejos y el viaje te llevará muchos días, y aunque esta región es fértil y agradable, tendrás que pasar por lugares feos y peligrosos antes de llegar al final de tu viaje.
Esto preocupó un tanto a Dorothy, pero comprendió que sólo el Gran Oz podría ayudarla a volver a Kansas, de modo que tomó la valiente resolución de no volverse atrás.