Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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—Muchísimas gracias —le agradeció el Espantapájaros cuando ella lo hubo colocado sobre el suelo—. Me siento como un hombre nuevo.
La niña estaba intrigada; le parecía muy raro oír hablar a un muñeco de paja y verlo moverse y caminar a su lado.
—¿Quién eres? —preguntó el Espantapájaros una vez que se hubo desperezado a gusto—. ¿Y hacia dónde vas?
—Me llamo Dorothy y voy a la Ciudad Esmeralda para pedir al Gran Oz que me mande de regreso a Kansas.
—¿Dónde está la Ciudad Esmeralda? —inquirió él—. ¿Y quién es Oz?
—¿Cómo? ¿No lo sabes?
—De veras que no. No sé nada. Como ves, estoy relleno de paja, de modo que no tengo sesos —manifestó él en tono apenado.
—¡Oh! Lo siento por ti.
—¿Te parece que si voy contigo a la Ciudad Esmeralda, ese Oz me dará un cerebro? —preguntó él.
—No lo sé, pero puedes venir conmigo si quieres. Si Oz no te da un cerebro, no estarás peor de lo que estás ahora.
—Eso es verdad —asintió el muñeco, y en tono confidencial continuó—: Te diré, no me molesta tener el cuerpo relleno de paja, porque así no me hago daño con nada. Si alguien me pisa los pies o me clava un alfiler en el pecho, no tiene importancia porque no lo siento; pero no quiero que la gente me tome por tonto, y si mi cabeza sigue rellena de paja en lugar de tener sesos, como los tienes tú, ¿cómo voy a saber nunca nada?