Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—¿No quieres contarme un cuento mientras descansamos? —pidió la niña.

El la miró con expresión de reproche.

—Mi vida ha sido tan breve que en realidad no sé nada de nada. Fíjate que me hicieron antes de ayer, nada más. Así que desconozco todo lo que pasó en el mundo antes de ese día. Por suerte, cuando el granjero formó mi cabeza, una de las primeras cosas que hizo fue pintarme las orejas, de modo que pude oír lo que se hablaba a mi alrededor. Había otro Munchkin con él; y lo primero que oí fue al granjero que decía: "¿Qué te parecen estas orejas?

"—No están parejas —contestó el otro.

"—No importa —dijo el granjero—. De todos modos, son orejas.

"Lo cual era muy cierto.

"—Ahora le haré los ojos —agregó.

"Me pintó el ojo derecho, y no bien estuvo terminado me encontré mirándolo a él y a todo lo que me rodeaba, y te aseguro que mi curiosidad fue enorme, pues era la primera vez que veía el mundo.

"—Ese ojo no está del todo mal —comentó el Munchkin que observaba a mi amo—. El azul es el color indicado.

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