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Mas a Dorothy no le hicieron el menor daño. Con Toto entre sus brazos, se quedó observando el triste destino de sus camaradas mientras pensaba que pronto le llegaría el turno a ella. El jefe de los Monos Alados se le acercó volando, con los largos brazos tendidos y una mueca terrible en su fea cara, pero entonces vio la marca del beso de la Bruja Buena en la frente de la niña y se detuvo de pronto, haciendo señas a los otros para que no la tocaran.

—No podemos hacer daño a esta niñita —les dijo—. Está protegida por el Poder del Bien, que es mucho más fuerte que el Poder del Mal. Lo único que podernos hacer es llevarla al castillo de la Bruja Maligna y dejarla allí.

Con gran suavidad, levantaron a Dorothy y se la llevaron volando velozmente hasta llegar al castillo, donde la posaron sobre el escalón de entrada.

—Te hemos obedecido hasta donde nos fue posible hacerlo —dijo el jefe a la Bruja—. El Leñador y el Espantapájaros han sido eliminados, y el León está atado en tu patio. No nos hemos atrevido a hacer daño a la niña ni al perrito que lleva en sus brazos. Ha cesado el poder que tenías sobre nosotros y no volverás a vernos.

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