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Era evidente que anhelaba hablar pero, por otra parte, no tenía preparado un discurso.

—¡Y que también durante mucho tiempo permanezca izada la bandera en el camino de la inspiración, del esfuerzo y de la satisfacción de la propia conciencia...!

Por la arrugada mejilla izquierda de Jmijov resbaló una lágrima.

—¡Señores! —dijo con tono titubeante—. ¡Esto es una sorpresa..., nunca esperé... que ustedes pretendieran celebrar mi modesta jubilación! ¡Me siento conmovido..., profundamente conmovido!... ¡Guardaré eternamente el recuerdo de todo esto, y créanme!... ¡Créanme, amigos! ¡Que nadie ha rogado porque ustedes obtengan tantas satisfacciones como yo!... ¡Cuanto haya hecho hasta ahora... no duden en pensar que ha estado orientado a su provecho...!

En este punto, el consejero civil, Jmijov, le dio un cálido abrazo al consejero titular, Kraterov, a quien, debido a que no esperaba este honor, se le fue el color de pura satisfacción. A continuación, Jmijov hizo un ademán que daba a entender que estaba abrumado por la emoción y no podía hablar, por lo que estalló en llanto, como si en lugar de que le entregaran aquel álbum se lo estuvieran quitando.

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