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—Tenemos sopa de verduras y pollo. Un pollo alcanza para los dos; y te traje de la ciudad sardinas y un poco de pescado ahumado.

La luna hizo un guiño cuando se ocultó tras una nube, como si hubiera aspirado rapé. El espectáculo de la felicidad humana le hacía pensar en su soledad..., una especie de lecho solitario más allá de los montes y los valles...

—¡Ya llega el tren! —dijo Varia—. ¡Qué gusto me da!

En el horizonte aparecieron tres ojos brillantes, y el jefe de la estación salió al andén. Las luces de los guardavías se desplazaron de un lado a otro de los rieles.

—Esperemos a que parta este tren y vayámonos a casa —dijo Sascha bostezando—. ¡Apenas puedo creer lo bien que vivimos juntos, Varia!

La oscura silueta del monstruo humeante se arrastró silenciosamente junto al andén y se detuvo. A través de las ventanillas de los vagones, en una especie de penumbra, vieron pasar rostros cansados, sombreros, hombros... —¡Mira! —dijo una voz desde uno de los vagones—. ¡Ahí está Varia! ¡Y su marido!... ¡Vinieron a esperarnos! ¡Vamos con ellos! ¡Vareñka!... ¡Vareñka!... ¡Aquí!

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