Читать книгу La dama del perrito y otros cuentos онлайн

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—Vaya, ahora comprendo —replicó ella, alejándose de su marido con un gesto perverso y vengativo—. Te entiendo a la perfección. Te has fastidiado y ahora quieres deshacerte de mí obligándome a divorciarnos. Muchas gracias, no soy una estúpida. No acepto el divorcio y no me separo de ti, ¡no y no! En primer lugar, quiero conservar mi posición social —agregó de prisa como si temiera que la interrumpiera—; en segundo, ya cumplí veintisiete años y Ris sólo tiene veintitrés. Dentro de un año se cansa de mí y me abandona. Y en tercer lugar, no estoy segura de cuánto pueda durar mi enamoramiento... Así que ya lo ves. No me separo de ti.

—¡Entonces te expulsaré de aquí! —gritó Nikolai Evrafych, pateando con furia—. ¡Te echo, desvergonzada, perdida!

—¡Eso está por verse! —replicó ella y abandonó la habitación.

La luz del día se veía en el patio desde hacía un rato. El médico, sentado todavía a la mesa, dejaba que el lápiz se deslizara por el papel y escribía sin pensar: Estimado señor... Pie diminuto..." Se levantó y se paró frente a una fotografía de la sala, tomada siete años antes, justo después de la boda. La observó bastante tiempo. Era una escena de familia: el suegro, la suegra, su mujer Olga Dmitrievna cuando tenía veinte años, y él mismo, un esposo joven y sonriente. El suegro, muy bien rasurado, rollizo, hidrópico, funcionario astuto y ambicioso; la suegra, voluminosa, de rostro pequeño y rapaz como el de un hurón, que amaba a su hija incondicionalmente y la ayudaba en todo; si la hija asesinara a alguien, la madre no soltaría una sola palabra y ofrecería su falda como el escondite perfecto. Las facciones de Olga Dmitrievna también eran pequeñas y rapaces, pero más expresivas y audaces que las de su madre. No era un hurón, sino una fiera más grande y peligrosa. El propio Nikolai Evrafych aparecía en esta fotografía con cara de buen chico, inocente y tranquilo, sonriendo con torpeza como un seminarista, y bajo la ingenua suposición de que ese grupo de pillos a los que su suerte lo había acercado le daría poesía y felicidad, y que todo lo que había anhelado cuando era estudiante lo expresaba esta canción: "No amar es destruir una vida joven .

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