Читать книгу La dama del perrito y otros cuentos онлайн
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—¿De qué quieres hablar? —preguntó ella, mientras se mecía en el sillón.
—He encontrado esto por casualidad... —dijo el médico y le entregó el telegrama. Ella lo leyó y se encogió de hombros.
—¿Y qué? —respondió, meciéndose con más rapidez—. Es una simple felicitación de Año Nuevo. Ahí no hay secretos.
—Te aprovechas de que desconozco el inglés. Sí, no lo comprendo; pero consulté un diccionario. Este es un telegrama de Ris. Brinda por su amada y le manda mil besos. Pero olvidemos esto, dejémoslo —continuó el médico de prisa—. No quiero formular ningún reproche ni dar un espectáculo. Ya hemos tenido bastantes. Es hora de acabar... Escucha lo que te digo: eres libre y puedes vivir donde se te antoje.
Sólo se percibía el silencio. Ella rompió a llorar.
—No es necesario que finjas y mientas —agregó Nikolai Evrafych—. Si quieres a ese muchacho, adelante. Si pretendes reunirte con él en otro país, ve allá. Eres joven, estás sana, mientras que yo ya soy un inválido y no viviré mucho tiempo. Bueno, creo que me entiendes. Estaba agitado y no pudo continuar. Olga Dmitrievna, llorando, y con el tono con que se habla cuando se compadece uno de sí mismo, confesó que amaba a Ris, que había paseado con él fuera de la dudad, lo había visitado en su habitación del hotel y que, en efecto, ahora quería ir al extranjero. —Ya comprobaste que no te oculto nada —respondió con un suspiro—. Soy sincera por completo. E insisto en que seas generoso y me des el pasaporte.