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—Yo los bendigo —continúa el padre, quien todavía está llorando—. Natáchinka, hija mía, toma a tu prometido de la mano. Petrovna, pásame la imagen.

En ese momento se interrumpe el llanto del padre y sus facciones se contorsionan de rabia.

—¡Idiota! —dice indignado a su mujer—. ¡Qué tonta eres! ¿Qué no sabes lo que es una imagen?...

—¡Dios mío!

¿Qué sucede? El maestro de caligrafía levanta la mirada y comprende que está salvado. Por hacer las cosas a la carrera, la mamá descolgó, en lugar de la imagen, el retrato del publicista Elías Serguervich Peplot y su esposa Cleopatra Petrovna.

Los padres se quedan perplejos, sin saber cómo continuar. Schupkin aprovecha esa confusión para escapar.

La esposa

—Ya le he dicho que no toque nada de mi mesa —dijo Nikolai Evrafych—. Cada vez que usted la ordena no puedo encontrar nada. ¿Dónde quedó el telegrama? ¿Qué hizo con él? Búsquelo, por favor. Fue enviado desde Kazan y tiene fecha de ayer.

La pálida y escuálida doncella, con el rostro impasible, halló unos telegramas dentro de la papelera y sin ningún comentario se los entregó al médico. Pero los telegramas eran locales, de sus enfermos. A continuación, buscaron en la sala y en la habitación de Olga Dmitrievna.

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