Читать книгу Alfonso X. Esplendores y sombras del Rey Sabio онлайн
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El choque entre alvaristas y fieles a la regente fue inevitable. En abril de 1217 se enfrentaron en Tierra de Campos. En su avance, los sublevados consiguieron sitiar a la depuesta en su refugio, a donde le llegó una funesta noticia. Una tarde, Enrique jugaba en los patios del palacio que era su cárcel, cuando accidentalmente una teja cayó sobre su cabeza. La herida le segó la vida a los pocos días, el 6 de junio de 1217.
Conocedora de que el reino se había quedado sin su rey legítimo, de nuevo doña Berenguela movió las fichas sobre el tablero. Envió un mensaje a Alfonso IX pidiéndole que Fernando, pronto a cumplir diecisiete años, regresara a Castilla. Las hijas del leonés, Sancha y Dulce, avizoraban beneficios si su medio hermano se mantenía fuera del juego e instaron al padre a impedirle partir. Acaso ayudado por alguien o animado por su valentía juvenil, el infante logró escapar del traidor cerco de la familia paterna. Y cuando al fin se reencontró en Valladolid con su madre, ella logró –negociaciones mediante– convocar a Cortes, el consejo asesor real conformado por los estamentos superiores de la sociedad castellana.