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En 1214 había fallecido Fernando, el hijo de Alfonso IX y Teresa de Portugal, lo que aproximaba a Fernando III al trono de León. Pero como padre del monarca de Castilla, el leonés reclamó a la regente el gobierno de ese reino y ordenó a su ejército invadir territorio castellano.

Doña Berenguela trató de evitar la guerra mediante la diplomacia. Sin embargo, su ex esposo estaba empecinado. Sitió Burgos sin contar con que la Reina Madre tenía sus tropas preparadas para rechazar una invasión. Y como resultado del choque de fuerzas, los leoneses debieron retroceder.

A la par, los Núñez de Lara porfiaban. Y temerosa de otra sublevación, en nuevas Cortes la regente consiguió el apoyo unánime de los nobles. Estos unieron sus tropas al ejército real y vencieron a los adeptos de los opositores. Los líderes fueron hechos prisioneros y luego liberados. En adelante, la estrella de los tres hermanos levantiscos se fue apagando hasta extinguirse.

¿Y cómo fue calmado el hambre expansionista de Alfonso IX? Ni doña Berenguela ni Fernando deseaban una guerra contra él. Pudieron convencerlo de detener las hostilidades ofreciéndole una alianza para luchar contra los musulmanes en futuras empresas conquistadoras. El leonés aceptó y en 1217 depuso sus aspiraciones de alzarse con el reino que regentaba su ex esposa, lo cual quedó refrendado en el verano de 1218 con la definitiva paz de Toro.

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