Читать книгу Alfonso X. Esplendores y sombras del Rey Sabio онлайн

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Por eso, Alfonso recibió los santos óleos a los pocos días de nacer, en la misma Toledo y no en la lejana Burgos, donde hubiera correspondido por ser capital del reino.

Alfonso, el nombre elegido, encriptaba dos simbolismos con trascendental importancia para los católicos. Inicia con la letra alfa y termina con la omega, aludiendo al principio y al final de todo. También “Alfa-Omega” es una de las formas bíblicas para referirse a Dios. Sin embargo, como se anhelaba que algún día el primogénito llegara a ser rey, su nombre –etimológicamente “el noble que siempre está dispuesto a combatir”– lo enlazaba con la tradición de llamar Alfonso a los monarcas hispanos. Tradición que se remontaba al siglo VIII con Alfonso I el Católico, quien había regido Asturias entre 739 y 757.

Pero más cercano al tiempo de su nacimiento, había dos Alfonsos para homenajear. Acaso con el objetivo de mantener la armonía entre Castilla y León, se buscó honrar al abuelo paterno: Alfonso IX. Aunque es más factible que se quisiera recordar al bisabuelo materno: Alfonso VIII el Noble, quien pervivía en la memoria de los castellanos como modelo del buen rey.

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