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Tras el bautismo, los flamantes padres debieron trasladarse de Toledo a Burgos llevando con ellos al crío. Pese a los riesgos que un viaje tan largo en pleno invierno acarreaba para un pequeño, así lo había dispuesto doña Berenguela. Consideraba necesaria la presencia del nieto en la capital regia para que fuera reconocido como heredero en las Cortes.

Para entonces, ya habría entrado en el destino de Alfonso la encargada de atender la otra urgencia.

En la Edad Media, una reina no daba el pecho a sus hijos. Eran amamantados por amas nutricias, también conocidas como nodrizas o amas de cría. Los monarcas designaban para esa responsabilidad y privilegio a mujeres robustas, sanas y de linaje noble. Se creía que esos atributos garantizaban fortaleza y resistencia físicas a un futuro rey guerrero, tal como Fernando esperaba que fuera Alfonso.

Además, una reina llevaba una ajetreada existencia, que le demandaba un gran esfuerzo a su cuerpo. En el siglo XIII, un rey viajaba constantemente para atender en persona los asuntos de su territorio. La corte medieval española era itinerante. Eso implicaba viajes larguísimos, pesados, con extendidas permanencias lejos de la capital del reino. Y con él iba la reina, pero al no poder trasladarse con uno, dos o más pequeños, debía dejarlos a cargo de las nodrizas para que los alimentaran y los criaran.

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