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Además de jugar y aprender las primeras letras y operaciones matemáticas, gracias a sus ayos el pequeño Alfonso empezó a conocer el reino. Con esa familia “postiza” recorría las propiedades que don García Fernández tenía en Castilla y las que doña Mayor Arias poseía en tierras gallegas. Es posible que esos viajes a Galicia y el que la mujer le enseñara su lengua natal contribuyeran a que desde bien temprano el infante dominara el galaicoportugués o gallegoportugués –como se le decía al gallego en la Edad Media– y que en el futuro iba a utilizar como lengua para componer su obra poética.

Algunas veces, Fernando III acudía al campo para estar con su hijo. No obstante, eran más frecuentes las visitas que el infante hacía a Burgos. En esas oportunidades la reina Beatriz también aportaba a su educación. Debido a su crianza en la esplendorosa corte de Federico II, era una erudita que transmitió a su hijo la pasión por la cultura, el arte y la ciencia, pasión que caracterizaría su personalidad desde la primera hora.

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