Читать книгу Alfonso X. Esplendores y sombras del Rey Sabio онлайн

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Cuando por fin entró a la cabecera leonesa, se habían impuesto sus partidarios. Y ya no hubo dudas de quién ganaba. Probablemente el 7 de noviembre de 1230, Fernando III fue proclamado rey de León.

Unos días más tarde, la reina doña Teresa, que se hallaba en Villalobos, a dieciocho kilómetros al sudeste de la villa leonesa de Benavente, envió a doña Berenguela proposiciones de paz. La ex esposa y la viuda de Alfonso XI junto a sus hijas se reunieron en Valencia de Don Juan ese 11 de diciembre.


Firmaron entonces la Concordia de Benavente. Mediante ese acuerdo, Sancha y Dulce renunciaban a sus derechos sucesorios a cambio de una pensión vitalicia de 30.000 maravedíes anuales. Una verdadera fortuna que “compró” la reunificación de dos reinos, luego de setenta y tres años de separación en los que no faltaron guerras, complots y derramamiento de sangre. Fortuna gracias a la cual Fernando III quedó confirmado como rey de Castilla y León: un inmenso reino que a su turno iba a heredar su hijo Alfonso.

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