Читать книгу Alfonso X. Esplendores y sombras del Rey Sabio онлайн

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Era de suponer que las noticias de la devastación que dejaban los cristianos a su paso llegaron a Ibn Hud, quien había sido reconocido como líder musulmán en casi todo al-Andalus. El emir buscó armarse fuertemente y reunió un numeroso ejército, que actuaría dividido en siete inmensos cuerpos. Mientras que la única hueste castellana estaba conformada por menos de 1000 caballeros y 2500 peones. Sobre el tablero se enfrentarían dos ajedrecistas con una cantidad muy desigual de piezas.

El combate se produjo en la ciudad de Jerez de la Frontera. Los números y también la posición de los cristianos –atrapados entre el no muy lejano océano Atlántico, la ciudad y las filas islámicas– eran desesperanzadores, tanto que el Castellano arengó a sus tropas para insuflarles valor. Probablemente, gritando hasta quebrársele la voz, proclamó que el repliegue era imposible y la única esperanza estaba en morir combatiendo.

A pesar de las desventajas, en una serie de ataques suicidas los castellanoleoneses lograron abrir una insospechada brecha en las fuerzas musulmanas hasta cercarlas. Sorpresa, pánico, desorden se adueñaron de esas tropas, que fueron dispersadas. Los moros que no lograron huir hacia Jerez fueron brutalmente masacrados o tomados prisioneros. Y otra vez los cristianos se alzaron con un suculento botín.

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