Читать книгу Siempre De Azul. Cuentos Escritos En Pandemia онлайн
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Llegamos a casa. En las paredes de la sala hay cuatro cuadros de mi autoría: Una puesta de sol, Agustín sobre el sofá, el rostro de mi mujer y un callejón nocturno. En el comedor hay dos: Un canasto lleno de margaritas y una niña que come una manzana. Este último lo hice después de observar cómo una pequeñita de origen indígena, comía fruta sentada en la vereda junto a la madre que las vendía. Margot se dirigió a la cocina y yo bajé al sótano que está justo debajo de nuestro dormitorio.
Ahora estoy aquí. Miro el lienzo en blanco que me motiva. Le sonrío. Me dice: “Vamos, aquí me tienes. Vamos con ese paisaje del lago. ¿Qué esperas? Toma el pincel y la paleta. Empieza ya”.
Yo me acobardo porque no sé si es el momento, si estoy preparado para iniciar pero también pienso que los detalles se pueden esfumar de mi mente y decido comenzar. Me pongo el delantal que algún día fue blanco por completo y que hoy tiene una amplia variedad de manchas coloridas que ya no salen al lavar. Me cubro la cabeza con la boina gris que uso para proteger mi pelo de alguna salpicadura. Enciendo la música que me gusta escuchar cuando pinto, por lo general instrumental de piano. Hoy elijo Tristesse de Chopin.