Читать книгу Siempre De Azul. Cuentos Escritos En Pandemia онлайн

12 страница из 39

Hago trazos básicos, gruesos. Son la base para luego extender las gamas con pinceladas más finas. Rasgo esbozos y defino el tono del agua. Margot me llama porque el café está servido. Apago la música. Dejo todo. Me quito el delantal y la boina. Subo. Compartimos un tinto con las masitas de queso. Termino de prisa y le digo que vuelvo al sótano porque ya comencé a pintar. Sonríe al ver mi entusiasmo y aprueba con su cabeza. Yo regreso a mi lienzo.

Dos horas más tarde, estoy en el cuarto dispuesto a descansar. Me agrada el trabajo que hice. Me siento orgulloso. Avancé más de lo que imaginé y eso me satisface. Pintar es mi pasión, mi vida. La única actividad que me hace olvidar la ingratitud, la falta de empatía de la gente con la que nunca he podido congeniar. La crueldad de una sociedad injusta y errada. Margot y yo estamos solos. No tuvimos hijos. Solo nos acompaña Agustín, nuestro gato marrón. Mi paso por este mundo ha sido una experiencia difícil. Dura. El amor de Margot es lo único que sostiene mis ganas de vivir. A los doce años, cuando murió mi madre, empecé a pintar con frenesí, con obsesión. En la noche, dibujaba las cosas que había visto en el día. Sufrí una enfermedad autoinmune que debilitaba mi musculatura pero la superé con tenacidad. Mi padre se casó por segunda vez y se marchó. Los estudios me agobiaban y en cuanto me gradué con esfuerzo y hastío, entré a un taller de pintura en el centro de la ciudad y perfeccioné mi talento. Trabajé de mensajero en una empresa de publicidad. Con el tiempo, me contrataron como dibujante para ciertas publicidades comerciales. Cuando conocí a Margot en una exposición de cuadros, mi vida afianzó una nueva razón.

Правообладателям