Читать книгу Lágrima Dulce онлайн

68 страница из 85

Las risas volvieron a inundar la clase. La mirada cómplice entre Melissa y Sofía auguraba un curso y, sobre todo, una asignatura prometedores. Melissa recordó que no tuvo ningún profesor con el talante de Ganiz en su primer año de universidad. La mayoría de sus docentes habían sido muy comprometidos con la materia de la asignatura, pero lineales y poco audaces a la hora de impartirla. El modus operandi de un profesor a la hora de transmitir su sabiduría sobre una materia concreta, incide directamente con la motivación que generará en el alumno por recibirla. Esta era una de las máximas que Melissa tenía anotada en su rincón inconformista y revolucionario, tras haber tenido que ser protagonista de clases presididas por docentes acodados a la mesa, leyendo con voz adormilada el manual que ellos mismos redactaron en sus enterrados años entusiastas.

Un trimestre le había sido suficiente para unirse voluntariamente al Consejo de Estudiantes de la facultad y así, desde dentro, intentar prender la llama de una pequeña revolución educativa que se sustentara en el dinamismo y la juventud formativa. La inmensa mayoría de profesores, catedráticos y maestros universitarios, superaban el medio siglo de edad y, acomodados en un turgente colchón salarial y unas condiciones funcionariales envidiables, estaban anclados en una docencia pragmática, más habitual del siglo pasado que alejaba, de esta forma, las ilusiones del alumnado por aprender y, en el peor de los casos, por seguir estudiando.

Правообладателям