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Ganiz representaba todo aquello por lo que Melissa luchó en su primer año de facultad dentro del Consejo de Estudiantes: la juventud, la novedad y la transformación encarnadas en un profesor preocupado no solo por el mensaje, sino también por el canal para transmitirlo.

—A lo largo del curso estudiaremos diferentes filósofos y pensadores —continuó el profesor—. Platón, Sócrates o Descartes son algunos ejemplos. Ellos eran los instagrammers de la época a los que todo el mundo seguía, no por ser más guapos o hacer las mejores fotos a ensaladas, sino por ser los más sabios.

Con rostro audaz y enarcando las cejas, Ganiz hizo una breve pausa para que el auditorio reflexionase sobre el último comentario.

—Las clases van a ser participativas, no me gustan los monólogos. Así que iré soltando preguntas al aire.

Hizo una pausa, mirando al tendido.

—Va, a ver quién se atreve. ¿Qué es la felicidad?

La pregunta soltada a cañonazo cogió a traspiés la guardia de los alumnos, que entre ellos se miraban confusos, preguntándose si realmente debían contestar o simplemente era un ejemplo. Tras unos segundos de silencio y observar que el profesor aguardaba, se escucharon varias respuestas.

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