Читать книгу Desconocida Buenos Aires. Pulperías y bodegones онлайн

11 страница из 42

Pasó todo el siglo XX y llegó el XXI. Elizabeth por primera vez posó su interés en la esquina. Tuvo el primer llamado. Le hizo junto a Gabriel Cappucci (bisnieto de Peloso) la primera restauración y durante más de una década funcionó como bar. La idea se estaba gestando. Llevan tiempo, las buenas. Tiempo y maduración. En 2018, más de un siglo después de su inauguración, junto a Marcelo abrieron Freire. Plus: en cada plato que sirven, se condensa esta historia de reconquista.

“Nos costó mucho”, advierte Sosa. Abrieron, pero la propuesta no seducía. Pasaban horas pensando, publicando en redes sociales, oficializando el sueño cumplido. Un año después, aquello germinó. “La gente comenzó a llegar”, cuenta emocionada. Los sabores que nacieron de la cocina, las ollas humeantes, finalmente atraparon y el hechizo se produjo. La cofradía de seguidores acompaña el menú. Elizabeth y Marcelo están detrás de todos los detalles.

¿Por qué Freire? Antes de la llegada del ferrocarril, a Toribio Freire le expropiaron las tierras para que las vías pasaran por este rincón bonaerense. La primera estación se llamó Freire, es la génesis de todo. Luego pasaría a llamarse Suipacha. Entonces el nombre tiene que ver con las raíces propias de esta tierra. Es simbólico, y marca un camino. “Nuestra intención fue atraer al turismo, para dejar de ser la ciudad que está entre Mercedes y Chivilcoy”, afirma Sosa. El boliche funciona como base sustancial para conocer, a través de sus aromas, esta ciudad, que “nunca perdió su alma de pueblo”. “Suipacha es tranquila, segura y pintoresca. Ideal para que los niños crezcan”. Sin querer, Elizabeth entreabre la puerta más deseada: el cambio de vida en un pueblo calmo.

Правообладателям