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“Los dueños de El Paisanito son Negrita y Hugo, hace 54 años que tienen el almacén, ellos se conocieron cuando vivían y trabajaban en el campo, ella tenía 14 y el 24, por ese motivo el noviazgo no era bien visto en la familia de Negrita. Les concedieron unos pocos días para encontrarse, y en uno de esos encuentros, se pusieron de acuerdo y Hugo se la ‘robó’ a caballo y la llevó a su casa paterna. Ahí les exigieron casarse porque ella era menor, así que ese mismo día fueron al registro civil y se casaron con dos vecinos que se encontraban en el lugar como testigos. Después de vivir unos años en el campo vinieron al pueblo y abrieron el almacén El Paisanito, pasaron 54 años desde entonces. Nunca se han separado”, relata entusiasmada Natacha.

El eterno matrimonio funciona como una unidad. Hugo está encargado del despacho de bebidas, los dioses sabrán cuántos aperitivos ha servido y a cuánta gente ha hecho feliz. Negrita, de la comida. Aquellos pueden saciar la sed, pero la segunda esgrima con la magia. “El producto estrella, sin dudas, es la empanada de carne frita, pero también son muy pedidos los pastelitos y los ravioles caseros”, afirma Diz. Caso aparte para las empanadas, orgullo del pueblo. Buenos Aires tiene el Obelisco, Germania las empanadas de Negrita. “El secreto está en la masa, es casera, ella amasa todos los días del año. Y, todos los días hay empanadas frescas, recién fritas”, afirma Natacha. Peculiaridades de los almacenes de pueblo. La rutina se vuelve una seguridad que abraza la propia identidad.

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