Читать книгу Desconocida Buenos Aires. Pulperías y bodegones онлайн

17 страница из 42

La inmortal heladera de cuatro puertas de madera atesora las bebidas y el hielo. Un cuadro con un caballo ganador está colgado en lo alto de la estantería. Su elevación está en sintonía con su importancia. Un reloj que recuerda el paso del tiempo finge estar atento al giro de la tierra alrededor de su eje. No tiene valor ese tiempo en lugares como El Paisanito. El tiempo en los boliches pasa como si fuera un invitado que llegó de un lugar alejado y, cansado, queda en un rincón, asistiendo como privilegiado testigo del paso de la vida, sin ni siquiera rozarla. “Podés venir simplemente a tomar algo”, resume Natacha. En la simpleza de esa sugerencia se esconde el resplandor de la felicidad.

“Mi pueblo es un pueblo tranquilo, chico, de pocos habitantes y ritmo lento. Si bien no tenemos las mismas oportunidades que en las grandes ciudades, tenemos una paz y tranquilidad difíciles de encontrar en esos centros urbanos. Nuestros hijos van solos a la escuela, a jugar a la plaza, dejamos las puertas abiertas y nos saludamos todos”, resume Diz, para darle un marco al clásico y emotivo Paisanito. Si Germania es un pueblo bello y encantador, su boliche decano le agrava humanidad y sonrisas. “Es imposible pasar y no entrar, enseguida Negrita te ofrece algo, ¿la última vez? Papas fritas en grasa de cerdo: increíbles”, concluye.

Правообладателям