Читать книгу Desconocida Buenos Aires. Pulperías y bodegones онлайн

39 страница из 42

“La casona tiene más de 100 años, fue construida por mi abuelo Eduardo, el sastre del pueblo. Tiene tres salones decorados con elementos propios de aquel oficio, mesa de corte, tijeras, planchas a carbón, botones, escuadras, todos los objetos antiguos que había en la casa como calentador, faroles, botellas, sifones, herramientas de mi bisabuela. Hoz, serrucho. La vajilla es antigua, heredada de abuelas y de tías abuelas”, describe el entorno Capecci. Delicado, fino y familiar, las palabras claves para entender La Porteña.

“La familia se encuentra en el pueblo desde el año 1907. Llegó de Ancona. Mi bisabuelo Santos Capecci, quien trabajó como peón de albañil en la construcción de la capilla, fue su sacristán hasta su muerte. Mis padres tienen 79 años (su madre) y 82 (padre), ambos están presentes todos los fines de semana, conversan con la gente y cuentan viejas historias del lugar”, afirma Analía.

El alma del restaurante está dentro de la cocina donde se amasan las pastas. Ganó fama todos estos años, la merece y es justa. No solo se trata de pastas caseras, sino que están hechas con ese amor de quienes saben que están defendiendo el apellido, la historia familiar. Juan Manuel y Federico Gómez saben de qué se trata a la hora de proteger las mejores recetas. Dos detalles, de entre tantos y todos maravillosos, debemos destacar la pulcritud del lugar y a la vez la sencillez. Se nos repite siempre que no existe nada más difícil que alcanzar la simpleza. Aquí, lo logran sobradamente.

Правообладателям