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Así como antaño, la libreta es la tarjeta de crédito rural. A un costado del mostrador, un fichero con docenas de libretas lo decoran, también las hay más grandes. Las pequeñas son para familias, las otras para estancias que hacen sus compras acá para sus empleados. “Todos pagan”, aclara Elsa. “Antes se pagaba una vez al año, ahora, mensual”. Solo su presencia genera veneración y respeto. “Ella no deja a nadie a pie, siempre da crédito”, afirma Susana Lescano, clienta que vive en un puesto de una estancia. “Hay momentos en el mes que no tenés plata, pero ella nos deja llevar productos”, agrega.

“Para los niños es muy importante la pulpería”, a pocos kilómetros se halla una escuela rural. Van los hijos de los puesteros y trabajadores rurales. No hay pueblos cerca, los útiles los compran en Los Ombúes. “Si algo no está en ese momento, Elsa lo consigue para el día siguiente”, aclara Susana. “Hacemos un servicio completo”, manifiesta Carina. Elsa nació en este solar. “Ella comprende mucho a la gente del campo”, sugiere.

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