Читать книгу Desconocida Buenos Aires. Pulperías y bodegones онлайн

36 страница из 42

Asimismo cuenta: “La consultan por remedios caseros”. Desde 1955, la pulpera caminó estas huellas y estuvo detrás del mostrador acompañando a su padre. “Pocas personas han visto tanto”, completa su ladera. Entonces, a las obligaciones propias de su oficio, se les agregan las de curandera. “Ella cura el empacho y a los animales”, agrega Carina. “Los vecinos le mandan fotos de gallinas o vacas por WhatsApp y Elsa sabe cómo curarlas”, afirma.

La pulpería conserva el diseño de aquellas que fueron mojones de civilización en los siglos XVIII y XIX. Un pequeño ambiente bajo techo se enfrenta con las rejas y un recoleto mostrador. Detrás, las estanterías donde se exhiben cientos de artículos y botellas. Se tiene la sensación de estar dentro de un aleph rural: todo lo que existe está allí. Un salón a un costado con mesas y un pool sirven de espacio para entretenimiento y epicentro de torneos de truco y mus.

“No hay pulpería que tenga más historia”, refiere Bonaparte. Tiene razón. El registro más antiguo la data en 1780, aunque podría ser más longeva. “Es importante porque acá se habla de temas nuestros: caballos, el campo, la familia”, explica. Personaje arquetípico, nacido en San Andrés de Giles, hace 50 años que es viajante de boliches camperos y pulperías. “Hace 44 años que vengo, y nunca fallé”, reafirma. “Tengo un récord –advierte apoyado en una estantería– en 50 años de trabajo jamás me tomé vacaciones, no puedo dejar sin mercadería a la gente del campo”, sentencia.

Правообладателям