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“La gente del campo depende de nosotros”, resume Elsa, de pocas palabras, pero muy clara en sus conceptos. Su función es simple y poderosa: permitir que la vida se desarrolle en este rincón apartado y bondadoso del mapa. “Es nuestro supermercado”, comenta Tito Bouza, asiduo cliente. “Acá encontramos carne, frutas, comida, de todo”, agrega.

“Si no estuviera la pulpería sería muy difícil la vida en el campo”, reconoce Bouza. Cuando el sol se despierta en el horizonte, las puertas se abren y después de la caída del astro, Los Ombúes continúa abierta. “Me siento muy feliz de estar acá”, confiesa Elsa. “Siento que he encontrado mi lugar en el mundo”, le contesta Carina. Ambas ya entraron a la historia y en el corazón de la comarca campera. Hay pulpería para rato.

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Comedor de pueblo La Porteña,

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“Los turistas buscan tranquilidad, seguridad, comida casera, aire libre, limpieza, disfrutar el día y pasarla muy bien”, afirma Analía Capecci, creadora de su comedor consagrado a la pasta. La fórmula la conocen y la ejecutan todos los fines de semana en La Porteña, una vieja sastrería en Azcuénaga reconvertida en un coqueto y cómodo restaurante con una especialidad muy querida por todos: las pastas caseras. Las hacen sus hijos, ambos chefs, y toda la familia es el soporte para que esta casona centenaria sea la elegida de una cofradía de amantes de los sabores simples de la pasta perfecta.

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