Читать книгу La razón de mi vida онлайн

29 страница из 47

Él gritaba “fuego” y avanzaba él mismo, decidido y tenaz en una sola dirección, sin titubear ante ningún obstáculo.

En aquel momento sentí que un grito y su camino eran mi propio grito y mi propio camino.

Me puse a su lado. Quizás ello le llamó la atención y cuando pudo escucharme, atiné a decirle con mi mejor palabra: “Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, por muy lejos que haya que ir en el sacrificio, no dejaré de estar a su lado, hasta desfallecer”.

Él aceptó mi ofrecimiento.

Aquel fue “mi día maravilloso”.

VII

¡SÍ, ESTE ES EL HOMBRE DE MI PUEBLO!

Pronto, desde los bordes del camino, los “hombres comunes” empezaron a apedrearnos con amenazas, insultos y calumnias.

Los “hombres comunes” son los eternos enemigos de toda cosa nueva, de todo progreso, de toda idea extraordinaria y, por lo tanto, de toda revolución.

Por eso, dijo alguien “el hombre mediocre es el más feroz y más frío enemigo del hombre de genio”.

Todo lo extraordinario es para ellos locura imperdonable, fanatismo exagerado y peligroso.

Правообладателям