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No quiero decir que una persona no debería escuchar a Aristóteles. De hecho, aplaudo la lectura y el estudio cuidadoso de sus obras, y reprocho solo a aquellos que se entregan como esclavos a él de tal manera que suscriben ciegamente a todo lo que él dice y lo toman como decreto inviolable, sin prestar atención a otras razones.41

Ustedes están enfadados porque Aristóteles no puede hablar; pero les digo que si Aristóteles estuviera aquí, nosotros lo convenceríamos o él destrozaría nuestros argumentos y nos persuadiría con otros mejores.42

¿Quién es el centro del diálogo? ¿Moisés? ¿Jesús? ¿Pablo? No; el énfasis es Aristóteles, cuyas enseñanzas (y la refutación de Galileo a esas enseñanzas) son un componente clave del Diálogo. Nunca se menciona a Moisés, Jesús o a Pablo. La frase “Santas Escrituras” aparece solo dos veces en el libro, a diferencia de “Aristóteles”, que aparece en el escrito un centenar de veces.

El Darwin de esoss

Galileo no estaba luchando contra la Biblia, sino contra una interpretación de la Biblia, dominada por el dogma científico predominante, que por siglos había sido el aristotelianismo. No se puede sobreestimar la importancia de este punto. Aristóteles (384-322 a.C.) fue el Darwin de esa era, y fue endiosado de maneras en las que ni siquiera Darwin lo es hoy. Muchos intelectuales, sin importar cuánto puedan permanecer bajo el hechizo del científico inglés, criticarán su obra. Incluso un yihadista darwiniano como Richard Dawkins pudo escribir: “Mucho de lo que Darwin dijo está, en detalle, equivocado”.43

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