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En 1600, cerca de dos mil años después de Aristóteles, René Descartes se pudo quejar de él: “¡Qué afortunado fue ese hombre! Cualquier cosa que escribía, ya sea que pensara mucho en ello o no, es estimado por la mayoría de la gente hoy como si tuviera autoridad profética”.46

Los árabes introdujeron los escritos de Aristóteles en Europa en los siglos XI y XII. Sin embargo, para el siglo XIII, Aristóteles perdió popularidad, en especial con el clero. Después de todo, este griego pagano enseñaba que el universo siempre había existido, que Dios no se interesaba por la humanidad y que no tenía conocimiento de ella, y que las causas naturales solas podían explicar los sucesos en la Tierra. Esas creencias lo hicieron sospechoso frente a los eruditos y clérigos de mente más tradicional; se emitieron prohibiciones a sus obras “científicas” en 1210 y 1215, incluyendo también un intento en 1231 de erradicarlas. Edward Gran escribió: “Todos esos intentos fueron en vano, y para 1255 las obras de Aristóteles no solo fueron aprobadas oficialmente, sino que constituyeron la columna vertebral del currículo de artes”.47

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