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En el sistema de Aristóteles, las estrellas orbitaban en círculos la Tierra, considerada la más perfecta de todas las formas geométricas. Visualizaba el universo mismo como 55 esferas cristalinas concéntricas, una anidada dentro de la otra, desde la más pequeña y cercana a la Tierra, a la más grande y lejana. Cada esfera cristalina, en la cual se hallaban los diferentes planetas y estrellas, rotaba a su propia velocidad constante alrededor de la Tierra, que estaba inmovible en el centro, como un punto en medio de tres anillos.

La centralidad e inmovilidad de la Tierra fue crucial para el cosmos de Aristóteles, y en su obra En los cielos debatía sobre la Tierra como el centro inamovible del universo. Aunque usó diferentes razones, un argumento fue que la Tierra debía estar en el centro de todo lo que existe, porque si arrojas algo al aire, esto automáticamente cae a la tierra.

Entonces Aristóteles escribió: “Es claro, entonces, que la Tierra debe estar en el centro y ser inmóvil, no solo por las razones ya mencionadas, sino también porque los cuerpos pesados arrojados con fuerza hacia arriba y en dirección recta, regresan al punto en el cual empezaron, incluso aunque sean arrojados a una distancia infinita. A partir de estas consideraciones, entonces, es claro que la Tierra no se mueve y no se encuentra en otro lugar que no sea el centro”.51

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