Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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La declaración de guerra facilitó que por un lado el Muni se convirtiera enseguida en una zona de contrabando de armas y víveres, y por el otro que renaciera el temor -fundado- de una posible invasión alemana desde el norte o francesa desde el sur. Entretanto los aliados no dejaban de acusar a España de consentir que su territorio se convirtiera en el ´cordón umbilical´ que permitía aprovisionarse a los alemanes.

El gobernador en aquel entonces era el burgalés Ángel Barrera y Luyando. Capitán de fragata y un tipo interesante. Barrera había combatido en Filipinas y fue, con diferencia, el gobernador más relevante en la historia de Guinea. Antes de ser formalmente nombrado había ocupado el puesto de manera interina y sido también capitán del puerto de Santa Isabel.

Poco modesto, Barrera hizo instalar una estatua con su efigie en la Plaza de España (y eligió para hacerlo -con gran enfado de los claretianos, que lo acusaron con razón de oportunismo- el acto de inauguración de la nueva catedral). El 22 de enero de 1916. Aquella estatua fue derribada el día de la independencia. Manuel Fraga consiguió a duras penas rescatarla y embarcarla a la península a bordo del buque Malaespina. Hoy se conserva en Cádiz.

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