Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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Resulta comprensible, pero esa reacción tiene algunos inconvenientes: exige un límite cada vez más difuso (no hay ninguno de nosotros que no seamos potencialmente denunciables), no consigue eliminar la incertidumbre y tensa hasta la ruptura algunos principios básicos de la salud y, sobre todo, de la justicia. El miedo es difícil de gestionar.

Lo cierto es que de los suicidios se habla muy poco. Tal vez porque rozan el tabú. Y sin embargo la gente se suicida mucho. En España cada año lo consiguen (no menciono a los que lo intentan) más de 3.500 personas -en 2014, con la crisis, rondaron los 4.000- según cifras del propio Instituto Nacional de Estadística.

Este asunto tiene otra arista. Tres de cada cuatro suicidios son cometidos por varones, y eso es invisible porque está extrañamente silenciado. Si el porcentaje fuera inverso con toda probabilidad -ya que hablamos de estadísticas- abriría el telediario con frecuencia.

Me vienen ahora también a la cabeza unos versos que escribí en 2012, después de haber leído en la prensa local paraguaya la noticia de un suicidio. En esa ocasión fue una mujer.

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