Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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El informe que elaborábamos iba directamente al juez (entregábamos una copia al mismo tiempo a los padres), quien se apoyaba en él para decidir si devolvía o no la tutela de los menores.

Me interesa contarlo porque el dilema horroroso al que se nos abocaba (pronosticar la conducta de alguien es siempre una especulación) parece de naturaleza similar a la del psiquiatra que debe decidir un ingreso.

He recordado aquellos informes estos días en que la televisión repite machaconamente casos de feminicidios cuyos autores habían sido denunciados pero no tenían orden de alejamiento, u otros delitos atroces cometidos por personas en régimen de libertad provisional. Los periodistas dan a entender que la culpa de lo ocurrido es una imprudencia de los profesionales responsables de mantener la vigilancia y administrar los internamientos (ya sean psiquiátricos o penitenciarios), quienes habrían fracasado en su tarea de protección.

La actual tendencia me parece aterradora, porque en adelante va a haber muy pocos psiquiatras o jueces que se arriesguen a un juicio (valga la redundancia) social como ése, y a fin de evitar riesgos a la sociedad sucumbirán a la tentación de, ante la duda, condenar e ingresar con mayor facilidad.

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