Читать книгу Un despropósito ecuatorial. Volumen I онлайн

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Pero esa duda existe siempre. En nuestro equipo jamás tuvimos certezas, y así se lo expresábamos a los jueces de aquel momento, mucho menos presionados que los de hoy -algunos serán los mismos-. La sociedad (sea eso lo que sea) debe asumir que la pretensión de prevenir el comportamiento es solo una conjetura. Que resulta imposible despejar la incertidumbre. Somos (afortunadamente, por otro lado) imprevisibles.

En otra ocasión trabajé con una paciente joven a la que los informes atribuían -y así nos lo habían prevenido- un riesgo muy alto de suicidio. Para nosotros implicaba un problema logístico, porque ese centro era un espacio abierto de rehabilitación en el que la medicación se encontraba en el comedor al alcance de todos. Pues bien, la tarde siguiente a su ingreso encontré a aquella muchacha en pie masticando visiblemente junto al casillero de las medicinas y, aterrado -ya había sucedido lo de Antonio-, instintivamente corrí a agarrarle con una mano de la nuca mientras introducía la otra en su boca para forzar el vómito.

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