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En los registros -la burocracia pronto volvió a funcionar- hay documentos que prueban hasta 57 fusilados en una sola noche.

Recuerdo haber escuchado contar a mi padre -él llegó a Ocaña en 1956, por lo que debió todavía de vivir algunas de las últimas ejecuciones- que una vez les dijo a sus contertulios en el casino (el veterinario era en la época, junto al cura, el médico y el farmacéutico, una de las ´personas importantes´ del pueblo) el día que se vuelva a dar la vuelta la tortilla os matan a muchos más.

El casino. Allí decía haber visto jugarse a un paisano las tierras y la mujer. Relataba también, siendo yo niño, otras anécdotas. Sus visitas al convento de clausura Santa Catalina. Las dominicas contemplativas tenían animales y eso hacía que el veterinario fuera de los poquísimos varones que entraban al recinto; o la vez que de madrugada le sacaron de su casa unos gitanos exigiéndole que dopara a un burro moribundo que pretendían vender en la feria al día siguiente. Se negó a hacerlo y la situación se volvió complicada. Aunque mi padre murió hace casi veinte años los muebles del salón de su casa siguen siendo los mismos que fabricaron los presos del penal. Da miedo cómo los objetos nos sobreviven.

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