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Este asunto tiene una arista sorprendente, y es que en aquella batalla peleó un joven liberal llamado Juan Álvarez Mendizábal.

En el año 1836 -mientras Francia inauguraba con pompa su nuevo arco- Álvarez Mendizábal, convertido en ministro de Hacienda, emprendió una ambiciosa desamortización que suprimía y expropiaba a la iglesia todos los conventos (ésta respondió excomulgando tanto a los confiscadores como a todo aquel que comprara sus antiguas propiedades). Lo interesante es que Mendizábal excluyó de la medida precisamente al convento dominico de Ocaña, que entonces se llamaba Colegio Misionero para Asia. Tal vez alguna promesa.

Por el convento de Santo Domingo pasaron muchos intelectuales. En él vivió Pedro de Soto, que aparte de haber enseñado en Oxford y ser confesor de Carlos V, fue un teólogo de peso en el Concilio de Trento, o fray Juan Cobo -que dejó impresa en 1593 la Doctrina cristiana en letra y lengua china-. También el beato José de Jacinto Salvanés, quien murió quemado en Japón en 1621.

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