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Durante mucho tiempo los dominicos enviaron a extremo oriente una media de diez misioneros por año. Se calcula que para 1904 ya habían llegado allí unos 750. Si Íñigo Errejón hubiera escrito sobre el convento de Ocaña lo habría calificado de núcleo irradiador.75 Entre ellos hubo más de treinta obispos y Juan Pablo II canonizó a cuatro de los que fueron asesinados. La iglesia dice martirizados.

La cabeza de uno de aquellos mártires -fray José María Díaz Sanjurjo, que fue decapitado en Vietnam- viajó de regreso a Ocaña y está enterrada en el convento.76

Los años 30 del siglo XX fueron complicados. En los primeros días de la guerra civil desalojaron a los religiosos que habitaban el convento y ejecutaron a algunos de ellos. Eran los compañeros del Padre Tuñón. En Ocaña los asesinatos cometidos por los partidarios de la república fueron crueles, pero duraron poco. El ejército de Franco tomó el pueblo el 27 de septiembre, apenas dos meses después del fracaso del golpe de Estado, y a partir de ahí las salvajadas vinieron del otro bando.

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